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¡Dichoso aquel a quien tú escoges,
    al que atraes a ti para que viva en tus atrios!
Saciémonos de los bienes de tu casa,
    de los dones de tu santo templo.

Tú, oh Dios y Salvador nuestro,
    nos respondes con imponentes obras de justicia;
tú eres la esperanza de los confines de la tierra
    y de los más lejanos mares.
Tú, con tu poder, formaste las montañas,
    desplegando tu potencia.

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